El International Poultry Council pide, con fundamentos científicos y el respaldo de organismos internacionales, evaluar con cautela los resultados del análisis que indicó que unas alitas de pollo dieron positivo a COVID-19.
En la era de la pandemia de COVID-19, el consumo de carne de aves sigue siendo inocuo, ya sea producida en el país o importada del extranjero. Para el sector avícola mundial, la inocuidad alimentaria es de suma importancia porque todos trabajan para alimentar a consumidores en el mundo entero.
Por esta razón, el International Poultry Council (IPC) emitió una declaración recordando que actualmente no existe evidencia de que el virus del COVID-19 se pueda transmitir a través de los alimentos o por la carne, ya sea fresca o congelada. Esto a pesar de la reciente publicación de que un cargamento de alitas brasileñas enviadas a China dio positivo a COVID-19.
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De acuerdo con el conocimiento científico actual respaldado por organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE), el Codex Alimentarius y la Organización Mundial del Comercio (OMC), el COVID-19 no es un problema de inocuidad alimentaria, sino una enfermedad respiratoria cuya principal ruta de transmisión es de persona a persona a través de gotitas respiratorias. El virus no puede multiplicarse en los alimentos y no afecta a las aves, solo puede infectar a personas si está presente en su forma intacta.
Pese a esto, la industria alimentaria sigue llevando a cabo procedimientos estrictos de inocuidad alimentaria para garantizar alimentos inocuos, informó la IPC en su declaración. Los procedimientos de Análisis de Riesgos y Puntos Críticos de Control (HACCP) que se llevan a cabo en todo el mundo son un enfoque sistemático de prevención contra riesgos biológicos de inocuidad alimentaria, incluido el virus del COVID-19.
Para el IPC, es fundamental la colaboración entre gobierno y sector privado para garantizar la inocuidad alimentaria, el comercio mundial de alimentos y el acceso al consumidor de carne de aves inocua y nutritiva.
Caso de COVID-19 en pollo brasileño trajo confusión
La noticia reciente sobre el hallazgo del virus del COVID-19 vinculado a alas de pollo brasileñas importadas por China, cuyos detalles específicos aún no se difunden, dio como resultado que se publicara información poco precisa con respecto a la inocuidad de los productos avícolas de importación, de acuerdo con la IPC.
A la fecha no se ha registrado ni un solo caso de transmisión de COVID-19 a través del empaque de alimentos o del alimento en sí, dijo la entidad.
Es importante especificar que la detección de material genético perteneciente al virus del COVID-19 no indica infectividad de la muestra del empaque o del producto, sino que la superficie analizada estuvo en contacto con material viral que puede no estar vivo, ni ser viable e infeccioso. Pueden permanecer fragmentos inactivos del virus en las superficies, pero no transmiten el COVID-19, y la mayoría de las pruebas no diferencian entre fragmentos del virus inactivos no infecciosos y los virus viables. Por lo tanto, se requiere cautela al momento de la interpretación de los resultados del análisis.
El IPC y sus miembros están comprometidos “en garantizar el mayor nivel de seguridad en cada paso desde la granja hasta el consumidor. El IPC promueve que todos sus miembros sigan las recomendaciones y lineamientos gubernamentales internacionales establecidos, así como los de las autoridades nacionales para garantizar la seguridad. El trabajo conjunto entre el gobierno y el sector privado podrá evitar interrupciones en la cadena de suministros y en el comercio para poder satisfacer las necesidades nutricionales esenciales de los consumidores”.
El IPC reconoce, a base del conocimiento científico actual, que seguir las medidas sanitarias y fitosanitarias establecidas garantizará la inocuidad en la producción y comercialización de los alimentos. El IPC destaca la importancia fundamental de dar seguimiento a la evolución del conocimiento científico y actualizar todas las medidas y prácticas de acuerdo con los principios y procesos del análisis de riesgo con base científica.