La industria española de alimentos balanceados presenta características propias, ventajas y desventajas que la han llevado a los primeros lugares en Europa.
En Europa, 2015 fue un muy buen año en producción de alimentos balanceados para dos países en particular: España y Polonia. De acuerdo con información proporcionada por la Confederación Española de Fabricantes de Alimentos Compuestos para Animales (Cesfac), España produjo 23.3 millones de toneladas, de las cuales el 20.6 por ciento (4.8 millones de toneladas) corresponde a alimentos para la avicultura, a diferencia de Latinoamérica, que en la mayoría de los casos llega al 50 por ciento.
Al tomar en cuenta el alimento balanceado industrial, el primer lugar en Europa cambia cada año entre Alemania, España y Francia. No obstante, “La industria española de no se ha planteado como objetivo estratégico ser el número uno”, comenta en entrevista Jorge de Saja, director general de Cesfac.
Jorge de Saja, director general de Cesfac en España dice que el modelo español tiene bastante éxito, porque siempre ha sido capaz de producir bueno y a precios asequibles. Foto cortesía de Cesfac.
“La industria española de los piensos (alimentos balanceados) es un modelo más o menos de éxito, porque así lo ha sido la ganadería en España en las últimas dos o tres décadas”, dice de Saja.
Han sido tres los factores que han contribuido a esto, comparado con el resto de Europa, y que además permiten ver con optimismo el futuro. Veamos:
1. Expansión y resiliencia
“Es particularmente importante la resiliencia de la industria española de alimentos balanceados”, señala de Saja.
Hace unos años, la gran crisis de precios de las commodities agroalimentarias tomó por sorpresa a toda la industria mundial de la alimentación animal. Aunque España es una potencia ganadera con hasta cuatro décadas de crecimiento, siempre ha sido deficitaria en materias primas, es decir, siempre ha estado obligada a importar la mayor parte, a diferencia de sus competidores europeos, como Francia y Alemania.
“España, estaba muy acostumbrada a tener estos problemas, a ser susceptible en su formulación, a cambiar las matrices de fórmula con una gran rapidez, a adaptarse a la disponibilidad en el mercado o a las condiciones de precio”, comenta de Saja.
Mientras que ha sido un país acostumbrado a la dependencia y a gestionar el déficit de materias primas, no ha sido así en otros países que incluso con excedentarios, como Francia y Alemania.
En otras palabras, el fabricante español presenta una resiliencia en la gestión del mayor costo de producción y la escasez. Y eso se ha notado.
2. Buena y estrecha relación empresarial
El segundo factor, es que la relación empresarial en España entre el productor pecuario y el fabricante de alimentos balanceados es más estrecha que en otros países. La integración en avicultura y porcicultura, no es simplemente una verticalización de la actividad, sino que va más allá. La integración en España en realidad es una alianza estratégica de socios en la fabricación de alimento y la transformación del producto ganadero y su comercialización.
Comenta Jorge de Saja: “El modelo tiene bastante éxito, porque siempre ha sido capaz de producir bueno y barato”.
Nació de la necesidad de un sector que sufría y sufre un problema de dimensión (mencionado más adelante). No obstante, esta atomización ha sido muy útil para asegurar la competitividad de la exportación de la avicultura y porcicultura en España.
En esta integración, el productor recibe el alimento balanceado, les compran toda la producción a precios previamente pactados, les proporcionan servicios veterinarios y otros insumos. Las empresas luego transforman, comercializan y exportan.
3. Éxito en la exportación
Este modelo de integración tiene mucho que ver con el éxito de la exportación, por la capacidad de llegar a cualquier mercado con mucha flexibilidad, y sin ninguna limitación. Tal es el reciente caso en el que, a pesar de que no se ha reabierto el mercado ruso, España estaba muy bien posicionada, los exportadores porcinos españoles se han consolidado mucho en el mercado asiático. La fortaleza radica en que la mayor parte de la producción pecuaria es excedentaria, de tal manera que pueden maniobrar de diferentes formas.
Este tercer factor se basa, pues, en la capacidad de la industria española de aprovechar nichos de mercado y las oportunidades para exportar.
Desafíos que enfrenta el productor español
El productor español tiene un problema de dimensión. En España hay demasiados productores pequeños y medianos de alimentos balanceados que, con más de 700 instalaciones productivas, producen los mencionados 23.3 millones de toneladas. En comparación, Francia produce una cantidad muy similar, pero con 350 a 360 plantas.
Ciertamente, España es un país geográficamente peculiar: es muy montañoso (después de Suiza es el segundo país más montañoso de Europa). Además, es grande en términos territoriales europeos, lo cual significa que hay mucha producción local. La capacidad de crecer está limitada porque el transporte interno es muy caro.
Por último, a diferencia de otros países, no hay un único puerto para la importación de materias primas, sino que hay siete u ocho puertos.
A pesar de esto, el productor de alimentos balanceados y la ganadería deberían buscar una mayor concentración.
“A lo mejor necesitamos que haya 500 o 600 plantas productivas. Posiblemente nuestra capacidad y rentabilidad serían superiores si hubiera una mayor concentración de empresas hacia abajo” dice, el director general de Cesfac.
Otras particularidades
Una de las cosas más significativas es que en España, aproximadamente dos terceras partes de la alimentación animal no entran al mercado libre. Un tercio corresponde a las empresas productoras de alimentos balanceados, otro tercio es el que produce sus propios alimentos (integrados) y finalmente la producción cooperativa. Las dos últimas no entran al mercado de forma directa.
Por otro lado, con respecto a los organismos genéticamente modificados (OGM), España se adelantó a su tiempo, cuando aún hay otros países que siguen en el mismo camino y que poco a poco han ido abandonando. Hace unos 14 años, la producción española de alimentos balanceados fue la primera en Europa que hizo un análisis interno y que decidió mantenerse al margen. De hecho, este tipo de producción es simbólica en España, ya que no existe el interés de desarrollar un mercado de alimentación animal sin OGM. Además de no haber razones científicas que lo avalen, no hay una demanda consolidada del consumidor, ni tampoco está dispuesto éste a pagar más por algo que no tiene ninguna ventaja real.