El llamado “trato ético a los animales” en lo que tiene que ver con la producción de alimentos, sigue sin poder garantizar una credibilidad sólida, pues a falta de normas claras, con controles pertinentes y confiables, todavía se mueve en las aguas cenagosas de la buena fe, en tierra de nadie donde cualquiera puede salir airoso con una que otra triquiñuela bien maquillada.