Si bien la carne de pollo autóctona en varios de nuestros países se defiende con calidad y frescura, las vías deficientes y una producción que no para de crecer también ayudan a mantener a raya la competencia extranjera.
Otro récord en las cosechas de los mayores productores regionales, Brasil y Argentina, permite que sigan bajos los precios del principal insumo avícola. Sin embargo, poco de ese excedente llega a la avicultura latinoamericana.
¿Qué hace a la avicultura comercial suramericana relativamente “inmune” a este mal? Las medidas de bioseguridad sirven, pero parece que la ayuda de la madre naturaleza pesa tanto o más en esa ecuación. ¿Hasta cuándo estará a nuestro favor?
Avícola europea asegura que produce huevos compensando a cero la emisión de este gas de efecto invernadero, y por eso cobra mucho más por su producto. Otros trabajan en esa misma vía en nuestros predios sin subir precios, ¿cuestión de mercados?
La reconversión de las productoras de huevos también debe incluir una profundización en sus líneas de ovoproductos, insumos que en realidad necesitan las grandes compañías de alimentos.
La utilización de estos aditivos en el alimento concentrado parece vivir un auge, por lo menos en la oferta por parte de las grandes casas fabricantes. ¿Qué tanta puede ser su penetración en la práctica?
El esfuerzo logístico y presupuestal que realizan algunos gobiernos para la medición del agro en nuestros países, no se compensa con la relevancia y utilidad efectiva que tienen para los empresarios sus resultados.
Unos huevos o un pollo con sello de producción kosher son percibidos por los consumidores como un artículo aspiracional, independiente de si se es judío o no.
Su practicidad, ubicuidad y bajo costo comparado con otras opciones de proteína animal, hacen del huevo un vehículo ideal para llevar nutrición, salud y bienestar, incluso desde su producción.