El crecimiento de los costos laborales y la necesidad de mayores eficiencias competitivas hacen ver a la automatización y al Internet de las cosas como oportunidades doradas; sin embargo, todavía nos faltaría superar falencias estructurales.
En febrero pasado se llegaba al tercer y triste aniversario de una acción de sabotaje que conmocionó el cinturón avícola en Estados Unidos. Una sola persona, manipulando maliciosamente los controles electrónicos de varias granjas con galpones climatizados, provocó la muerte de cientos de miles de pollos en una sola noche.
El hecho ocasionó cuantiosas pérdidas a los criadores integrados, quienes habrían dado lo que fuera por haber sido alertados a tiempo, quizás con una alarma enviada a sus teléfonos celulares. Hoy sabemos que esas alertas eran tecnológicamente posibles en ese entonces, pero pocos habían pensado en ello.
Sin que sea una respuesta directa a ese episodio lamentable, vemos ahora que se nos propone una avicultura de precisión, automatizada, que quiere aprovechar los avances y abaratamientos en diversas tecnologías, así como la información veraz y en tiempo real que suministra el llamado IoT (Internet de las Cosas, por sus siglas en inglés).
Todo un mundo de posibilidades para adelantar una gestión avícola más eficiente y segura estaría disponible ya. La imaginación parece ser el límite: desde sensores de todo tipo para el agua, el concentrado, la temperatura ambiente, la generación de gases y calidad del aire, hasta mismísimos robots terrestres limpiando y removiendo las camas de los galpones, junto a llamativos drones que podrían vigilar ponedoras en aviarios verticales o en pastoreo.
Suena muy bien, ¿cierto? Interesantes propuestas comerciales llegan o vienen en camino. En ellas se deben privilegiar modelos de negocio más rentables y menos riesgosos para el avicultor, acosado como está por ampliar con mucho esfuerzo su estrecho margen de ganancias.
Por ejemplo, no es el momento de invertir directamente en todos esos aparatos cuando se podrían rentar, con el servicio y el soporte técnico. Así se evitan los gastos de la inevitable obsolescencia tecnológica y el desgaste. Todo está en saber negociar, en echar números y no dejarse arrastrar porque sí en la moda.
Pero antes que nada, en nuestros países necesitamos superar una brecha estructural importante: la precaria conectividad de nuestras zonas rurales. Otras opciones, como las redes celulares 3G o la conectividad satelital, tienen también problemas de cobertura o son todavía costosas.
Se necesitará un mayor esfuerzo de nuestra institucionalidad para superar esa brecha, misión en la que no faltará el eterno compromiso de la avicultura por innovar, jalonar y mostrar el camino a otros estamentos.