En mi pasado blog analizaba la situación de las exigencias que se presentan ahora con los huevos cage-free. No obstante, siempre me he preguntado qué pasará con los pollos, porque de ellos no se habla mucho, en el sentido del bienestar animal. Pues ojalá no suceda, pero hace unos días en Fortune salió una nota escrita por Beth Kowitt en la que menciona que el siguiente frente de ataque va a ser los pollos de rápido crecimiento. Incluso, menciona que ya hay empresas, como Nestlé o General Mills que reconocen que este tema “al menos se tiene que analizar”.
¿Qué “tienen” que analizar? ¿Qué ha habido mejoras en genética? ¿Qué hoy en día la nutrición es más refinada? Aparentemente, el objetivo es ver que tales prácticas (supongo que la genética y la nutrición) causan problemas de patas, un sistema inmunitario débil y problemas cardiovasculares, como si los pollos de antes no hubieran tenido esos, u otros problemas, y vivieran en Jauja. ¿Y los problemas que ocasiona la falta de proteína animal en la gente?
Me parece una batalla un tanto inútil de librar. Da la impresión de que a los grupos interesados en meter presión les importa muy poco la alimentación de la gente. Claro, como en sus países ya tienen cubiertas las necesidades mínimas de alimentación, pues hay que ver la forma de imponer esos cambios. Se olvidan que al sur del río Bravo y del Mediterráneo y en Asia hay que alimentar a millones y millones de personas. Les guste o no les guste, la proteína del pollo y del huevo es la solución. ¿O será nada más una estrategia de marketing? Vuelvo a insistir: ya el mercado decidirá.