El bienestar animal es un asunto que ha llegado para quedarse y los avicultores no pueden mirar hacia el lado.
La semana pasada, durante la feria FIGAN 2019 en Zaragoza, España, mi colega Cindy Burgos y yo tuvimos la oportunidad de entrevistar a un avicultor español: Rubén Martínez, director general de Granja Avícola Rujamar. El motivo fue haber ganado el premio a la excelencia avícola de dicha feria.
Rujamar es la mayor productora de huevos de gallinas sin jaulas en España, sean en el piso, libres u orgánicos. La entrevista siguió un curso muy ameno, con un detalle que en lo particular me sorprendió gratamente: el convencimiento de Rubén Martínez de estar a la vanguardia en bienestar animal.
Sabemos que las empresas de la industria avícola son eso, empresas, y no precisamente organizaciones sin fines de lucro. Por lo tanto, es imprescindible que tengan utilidades, si no, no tendrían sentido. Para ello, la eficiencia es de primordial importancia. La eficiencia nos ha llevado a mantener a los animales confinados, por mil y una razones que no trataré aquí.
No obstante, los tiempos cambian. No podemos negar la realidad y quedarnos de brazos cruzados. El bienestar animal es una bomba que nos ha estallado en las manos y debemos reaccionar. Así como he sido crítico con la insolencia que rodea a organizaciones animalistas, también critico la inactividad de muchos avicultores, tanto por no defender la industria, como por no asomarse a la ventana de las tendencias y posibilidades, y ver qué se puede hacer. Por eso me gustó la actitud de este avicultor español.
Yo sé… no es fácil. Lleva su tiempo. Yo les diría a los grupos de presión o empresas no avícolas que presumen de “innovaciones” que tampoco deben esperar cambios al menor tris. Seguro que ellos tampoco arriesgarían tantos recursos invertidos. Es muy fácil ser la gran cadena de cafeterías o de hoteles y decir que ya no servirás huevos de gallinas enjauladas, cuando tu negocio es el café o las habitaciones y no tienes ni una sola gallina en producción (como tampoco fabricas los vasos o tazas donde sirves el café, ni hilas las sábanas de las camas).
Miremos, entonces, qué podemos hacer. Quizás al final nos convenzamos y resulte mejor de lo pensado. ¿Ustedes qué piensan?