Aventuremos algunos alcances de breves noticias que, pese a no haber merecido por ahora más que unas líneas, podrían dar luces sobre tendencias en la avicultura de la región.
Primera noticia: JBS piensa invertir otra vez en Paraguay
Pese a que este enorme conglomerado cárnico brasileño vendió en 2017 su participación en el negocio avícola paraguayo, una de sus altas consejeras, Alba Pettengill, comentó esta semana que JBS Global volvería a territorio guaraní para producir carne de pollo. Dijo que ahora es más atractivo hacerlo por la creciente calidad y cantidad de los granos que allí se producen, y eso es cierto, pero no puede ser la única razón.
Habría que tener en cuenta que en un futuro cercano e indefinido la Unión Europea autorizará por fin la cuota de 150,000 toneladas de pollo a ser importadas sin arancel desde los países de Mercosur. Buena parte de la tajada será brasileña y, así como los argentinos quieren manejar la cuota uruguaya (7%) a través de sus inversiones en suelo charrúa, JBS espera hacer lo mismo con la parte paraguaya del contingente. Por mandato legal, JBS solo podría reiniciar allí operaciones en 2022, cuando se cumplan cinco años luego de haber vendido sus propiedades otrora guaraníes a la también brasileña Minerva Foods, que le llevaría una buena ventaja.
Segunda noticia: Tyson y sus US$500 millones para robotizar mataderos
Si bien esta significativa inversión fue anunciada hace pocos días, desde marzo otros conglomerados han venido publicando sus intenciones de hacer lo mismo, con el fin de responder a los inconvenientes humanos y económicos generados por brotes infecciosos de COVID-19 entre el personal de mataderos, incluidos algunos para pollos y pavos.
Consultando un poco con expertos, las máquinas robotizadas que podrían reemplazar a un operario baquiano en el deshuese de pechugas, por ejemplo, tendrían costos de US$500,000 a US$800,000. Existen desde antes de la pandemia y todavía su rendimiento no se acerca al de la mano humana. Sumemos a eso la depreciación del bien, así como los costos de mantenimiento y repuestos. “Verás que la industria se moverá a la automatización y en un futuro cercano volverá a lo manual, si no se avanza en la sensibilidad de la tecnología”, dijo una fuente. Igual, la intensiva mano de obra es un “plus político” a favor de la avicultura comercial y en América Latina todavía no se ha visto el primer amague de este tipo.
Tercera noticia: Animalistas se fijan ahora en “el pollo clorado”
Muy activos están por estos días algunos grupos de interés enemigos de la agroindustria cárnica, los cuales parecen haber adoptado el mantra de moda: reinventarse. Para ello vienen combinando su tradicional leyenda negra sobre el maltrato animal en la avicultura, con nuevas delicadezas seudo-técnicas.
En México, por ejemplo, una de estas organizaciones animalistas empezó a difundir —a través de grandes medios despistados— información amañada sobre el uso de biocidas en el proceso del pollo, en especial, durante el chiller. Adoptando la visión europea frente al tema, cuestionan la sanidad de dicho proceso y prácticamente buscan hacer ver que quien coma pollo en nuestros países lo hace acompañado de un buen sorbo de cloro con restos de materia fecal y bacterias de todo tipo. A la aversión quieren llegar ahora por el crapuloso camino del asco, sin importar que se trata de un procedimiento estandarizado, vigilado y totalmente seguro desde hace varias décadas.
¿Y los gremios avícolas? Bien, gracias; al parecer prefieren quedarse callados para que ese bebé malcriado no llore más y se aquiete solito. ¿Será que estos tiempos de información viral sin rigor son propicios para aplicar la misma fórmula de siempre?