¿Hasta qué punto la intervención gubernamental es adecuada en la producción pecuaria?
Los productores agropecuarios están en aprietos en muchas partes del mundo. No nos es desconocido ver imágenes de productores lecheros tirando leche al desagüe ni de productores agrícolas descargando camiones con papas o tomates en la carretera en son de protesta.
Hace tan solo unos días, los productores agrícolas españoles se manifestaron en Madrid para exigir mejores precios para sus productos. Algunos portaban pancartas que decían algo así como: “Sin campo, la ciudad no come”. De ahí tomé el título de este blog.
En México, los avicultores ya llevan varios meses luchando por los bajos precios de venta en pie, que se deben a la sobreoferta de pollo, causada por las altas importaciones, además de la alta productividad. Meramente como especulación, esto podría, quizás, llevar a que algunas empresas cierren.
Las fuerzas del mercado deciden y eso me parece bien, como sucede en Estados Unidos, donde por cierto también ha habido una baja del precio del pollo por exceso de producción y aves más pesadas. Pero Estados Unidos produce todo: soya, maíz, genética, tecnología. En países dependientes de importaciones de insumos, la fragilidad es mayor, así como también para aquellos productores que no son monstruosos. ¿No es así?
Excesos por parte de los intermediarios, minoristas que ahorcan a los productores, importaciones para forzar a como dé lugar la baja de precios, restricciones para importar lo que no se produce en el país. Y habrá más cosas. En estos casos, debe haber límites, cuando la competencia es dispareja con aquellos que producen.
Lo que sorprende es que los gobiernos se centren en controles sobre la industria agropecuaria que afectan de sobremanera su eficiencia y no controlen lo necesario para que esta dé de comer a sus pueblos y de paso dé puestos de trabajo. Sin la producción en el campo, la ciudad no come. Los ciudadanos no comen. Y los tornan más dependientes de vaivenes externos.
¿Ustedes qué piensan?