Repasemos tres casos (hay un montón) de los efectos nocivos de la intervención estatal que, alegando buenas intenciones, terminan creando anomalías benéficas para muy pocos; casi nunca para quienes se busca apoyar.
Hay ocasiones en las que la intervención estatal no termina bien. Repasemos algunos casos en el negocio cárnico:
Suiza: carnes caras no traen más bienestar
La proteína animal allí es al menos 150% más cara que en el resto del mundo, por una fuerte legislación a favor de condiciones especiales para la crianza de aves, cerdos y reses. Según investigación de la DW alemana, la mayor tajada de esos precios se la lleva el detallista y puso como ejemplo un kilo de jamón tradicional (EUR21) y el mismo pero en versión “ecológica” (EUR47). De los EUR26 de diferencia, menos de EUR2 van para el productor, EUR3 al matadero y el resto al bolsillo del intermediario. La entidad animalista STS afirma que no hay incentivos para seguir mejorando en bienestar por parte de los productores, por lo que a su juicio dos tercios de los animales de granja suizos no viven en sistemas de producción recomendados (casi el 92% de las aves).
Ecuador: cultivador no goza alto precio de la soya
Esta semana, la gremial avícola ecuatoriana Conave denunció que falsas organizadores de cultivadores están comprando la soya local para revenderla con altas ganancias que no llegan al campesino. Esto no solamente es injusto para el agricultor, también ahonda la de por sí golpeada competitividad de los productores cárnicos del país. Por mandato legal, la agroindustria debe comprar sus granos al agricultor nacional, pero a diferencia del maíz amarillo duro, no hay tablas de precios definidas. Hoy, un avicultor ecuatoriano paga por la soya US$29 el quintal, el doble del precio internacional. Si bien las medidas proteccionistas pretenden privilegiar al campesino con tal distorsión, el premio gordo se lo está llevando en verdad el intermediario que compra el grano al cultivador a US$19 o US$20 el quintal. Ni campesino, ni agroindustria ni consumidor final ganan.
EE. UU./Brasil: la paradoja del subsidio al empleo
La venta al exterior de carne de res estadounidense y su consumo interno están bajando a proporciones de dos dígitos. Una parte de la respuesta estaría en las ayudas por paro que viene dando el gobierno federal a quien las pida. No son pocos los operarios cárnicos que prefieren quedarse en casa y recibir su cheque de papá gobierno, en vez de ir a la planta de procesamiento a laborar, lo que paradójicamente termina afectando una actividad considerada esencial. En Brasil, el poderoso gremio cárnico se debate entre contratar más personal o no hacerlo, pendiente de que se mantengan beneficios tributarios para el pago de la nómina que el gobierno central extrañamente quiere suprimir. Sería curioso decidir contra el trabajo de la gente en estos difíciles momentos.