El campo paraguayo produce 11 veces más alimentos de los que necesitan los 7 millones de habitantes de este país que pide pista para ser un actor más potente en el mercado cárnico mundial.
La carne bovina paraguaya ya alcanza (y supera) los US$1,000 millones en ventas anuales al exterior. Una cifra importante que contrasta con los menos de US$9 millones que alcanzan a exportar los agroempresarios de este país en otras carnes de gran demanda mundial, como el cerdo y el pollo juntos.
Y es extraño porque tienen casi todo para llegar a mejores niveles de ventas que, de darse, en unos años podrían hacer de Paraguay un exportador de carnes no bovinas muy superior a la Argentina, por ejemplo, el segundo gran competidor latinoamericano en estos rubros.
El maíz y la soya paraguayos no solo autoabastecen de sobra al país, son de excelente calidad y generan para el país más de US$4,000 millones en exportaciones, siendo el segmento económico más importante del país, detrás de la generación y venta de energía eléctrica.
Aquí empatamos con otra ventaja del campo guaraní: energía hidroeléctrica accesible y relativamente barata, la cual viene facilitando la conversión tecnológica a la producción de precisión, con sistemas de ambiente controlado incluidos.
Además de todo lo anterior, habría que sumar la apertura del país a la biotecnología y el desarrollo interno de la misma. Mientras duró la exigua primavera boliviana a favor de los organismos genéticamente modificados (OGM), fueron semillas de soya paraguaya las que “antojaron” a los agricultores altiplánicos, que vieron en su suelo y en unos meses rendimientos de 3.3 toneladas por hectárea, muy superiores a sus 1.8 toneladas de hoy.
Paraguay también tiene charreteras en el manejo ambiental de su agroindustria. Por sus condiciones agroclimáticas, se permiten tres cultivos principales anuales (soya, maíz, trigo) en las mismas 3.5 millones de hectáreas habilitadas hasta el momento (8% del territorio nacional). No necesita por ahora expandir su frontera agrícola, delimitada por una fuerte legislación verde.
Sin embargo, puede crecer en un futuro su área de siembra y es casi seguro que lo hará hacia el occidente, en coexistencia con la ganadería y gracias a semillas mejoradas para las condiciones del Chaco. Al igual que su inmejorable estatus sanitario, libre de enfermedades porcinas y aviares que cierran mercados, es bueno tener en cuenta la proverbial persistencia paraguaya de volver toda contrariedad en oportunidad.
Hace menos de 20 años cerraron su salida terrestre al Atlántico por el estado brasileño de Paraná, lo que activó la ruta fluvial de los ríos Paraguay-Paraná y dotó al país de la tercera flota mercante más importante de su tipo en el mundo. Sobre esta aptitud vital, hay otro botón tan actual como interesante.
Pese a la negativa china de recibir productos paraguayos por un viejo lío diplomático, los paraguayos se están beneficiando de rebote con el afán importador del gigante asiático, que absorbió buena parte de las producciones brasileñas y argentinas de granos. Ante la necesidad de satisfacer sus mercados internos, los grandes vecinos del Paraguay compran casi el 90% de las cosechas guaraníes.
A ese ritmo tal vez veamos cerdo paraguayo cruzando la frontera hacia Brasil; algo de eso se ha visto insinuado en algunas noticias recientes, aunque el potencial es sin duda mucho más grande.
Tal vez solo sea cuestión de creerse el cuento para que gobierno y empresarios tiren del mismo lado, con metas claras y medibles. A lo mejor ya las tienen, ¿quién sabe?