En la reciente Convención Anual de la ANECA en Veracruz, México, justo en la primera conferencia que versaba sobre la situación sanitaria de la avicultura mexicana, el Dr. Joaquín Delgadillo, director general de Salud Animal del Senasica, anuncia un nuevo foco de influenza aviar H7N3, nada más y nada menos que en Tepatitlán, Jalisco.
El foco de influenza aviar H7N3 de alta patogenia en gallinas de postura se notificó oficialmente a la OIE este pasado 4 de mayo. Las aves tenían 126 semanas de edad, no presentaban signos clínicos y se sacrificaron. Además, el Senasica estableció un área focal de 3 km y una perifocal de 10 km, en donde se identificaron tres granjas vacías de la misma empresa.
Pero esta vez, nadie de los asistentes comentó nada. En otras reuniones avícolas en México en las que se supo de los focos, era “el tema”. Todos hablaban de lo mismo, con opiniones y desaprobación de métodos, empresas, gente, sistemas, etc. En esta ocasión, la noticia pareció no sorprender a nadie. ¿Qué significa esto?
Después de haber escuchado a Chad Gregory, presidente de United Egg Producers, decir en la última reunión de la IEC que con tantos brotes − y la esperanza de que no vuelvan a suceder − quizás sea este “el nuevo mundo en el que vivimos” y que “tendremos que aprender a vivir en él, para siempre”, yo me preguntaba si esta indiferencia es eso: que ya nos acostumbramos a la influenza aviar. ¿Ya es algo normal?
Pudiera ser, pero espero que esto no lleve a la industria avícola mexicana a extender más el conformismo. Es un país preso de su consumo interno, en el que el de huevo quizás se acerque al tope y el del pollo se ve más que complementado por las importaciones de EUA y Brasil.
Con el tigre proteccionista del norte y el tigre del sur listo para saltar, México necesita ser sanitariamente confiable para poder exportar. Esto es indispensable, como bien lo señaló César Quesada, presidente de la UNA, ya que otros sectores pecuarios mexicanos crecen a mayor ritmo que la avicultura, porque exportan. ¿Ustedes qué piensan?