Hace poco más de dos meses, tras el escándalo de la Operación Carne Débil en Brasil, dediqué mi blog a darle la oportunidad tanto a BRF, como a JBS, de que fueran escuchadas. Me parecía que en esta famosa operación había gato encerrado, pues tenía un halo fétido en su derredor.
Una buena parte la destiné a hablar de lo bien que trabajan estas dos empresas en cuanto a certificaciones internacionales que avalan su calidad. En particular, de JBS, dije que exporta a más de 150 países, entre ellos EUA, Alemania y Japón, que recibieron 340 auditorías anuales de misiones sanitarias internacionales y de clientes. Además, señalé que cuenta con certificación del BRC (British Retail Consortium), referencia global en calidad en la producción de proteína.
Todo muy bien en cuanto a la calidad de la proteína, pero ahora, cuando Brasil se encuentra en medio de una terrible crisis política del gobierno del presidente Temer, tras la crisis anterior de la ex presidenta Rousseff, JBS vuelve a colocarse en el centro del huracán, con los supuestos sobornos que ha realizado.
Tarek Farahat, el nuevo presidente del consejo de administración de JBS dice: “la buena gestión es mi prioridad más importante” y añade que van a trabajar duro “para restablecer la confianza del mercado y proteger a las más de 235,000 familias que forman parte de JBS”.
Las empresas avícolas se ufanan de sus buenas prácticas de producción, buenas prácticas de fabricación y la interminable lista que se extiende a la calidad, práctica veterinaria y otras. ¿Y dónde quedaron las buenas prácticas empresariales?
De nada sirve tener certificados de buena calidad, llevar a cabo buenas prácticas de producción y hacer gala de ello, si la empresa reprueba en las buenas prácticas de honestidad y transparencia.
Ese no es el camino, más aún, cuando la industria avícola se ve asediada por otros problemas. ¿Ustedes qué piensan?