Francamente es difícil creer que caramba está pasando en la industria avícola. Hace escasos días que salió a la luz un nuevo escándalo: encontraron el plaguicida fipronil en huevos producidos en Holanda y Bélgica. No, no es Brasil ahora. Es Europa. Una vez más, la inocuidad alimentaria de un producto avícola.
Al parecer, aún no se sabe con exactitud cómo llegó este plaguicida prohibido para la industria avícola en Europa a estas granjas productoras de huevo. Las investigaciones hasta ahora apuntan a que venía mezclado con aceites esenciales para el control de plagas en las granjas, sin que supieran los productores.
No terminamos de salir de una crisis, cuando ya entramos en otra, lo que da ocasión a los críticos de la producción animal, y da harto material del cual echar mano para ponerle más leña al fuego. Y también ocasión de que se fomente la histeria colectiva que perdura por los siglos de los siglos. Entonces, ¿qué vamos a hacer?
¿Nos enfrentamos a un complot? Quizás debamos convertirnos en policías de la inocuidad. Así como cuando abordamos un avión y nos revisan el pasaporte, el equipaje, pasamos por los puntos se seguridad en donde nos escanean hasta vernos lo inconcebible, y luego quizás, justo antes de subir al avión, nos vuelvan a revisar, así vamos a tener que actuar en avicultura.
Las empresas van a necesitar implementar controles internos más estrictos. No podemos esperar a que nos avisen los organismos nacionales de inocuidad alimentaria si un producto procede o no. O a que explote la bomba, porque ya sería demasiado tarde. ¿Ustedes qué opinan?
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