Devaluación, mal avícola que viene con el coronavirus

Devaluación, mal avícola que viene con el coronavirus

(Bob Smith | Freeimages.com)

La incertidumbre mundial por el brote está haciendo que nuestras monedas pierdan peso, lo que encarece la importación de insumos y trae otros bemoles en el comercio exterior.

Con excepción de los países del Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) y otros por particularidades más políticas que estructurales (como Ecuador y Bolivia), en toda la región la avicultura depende en buena medida de materias primas importadas, desde la genética hasta las vacunas, pasando obviamente por la soya y el maíz amarillo duro.

Por cuenta del coronavirus COVID-19, que llegó al continente hace al menos dos semanas, la tendencia a la desaceleración de la economía global no hizo más que agravar la caída de las monedas latinoamericanas frente al dólar, circunstancia que encareció la operación avícola. En Colombia, por ejemplo, la Federación Nacional de Avicultores de Colombia (Fenavi) habla ya de sobrecostos del 21% asociados a la devaluación del primer trimestre.

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“El año pasado se registraron importaciones de granos por un valor superior a los US$1,800 millones, de lo cual, aproximadamente el 75% se destinó a la avicultura. De allí la preocupación de los avicultores, dado que, por cada COP100 en que se incremente la TRM (tasa representativa del mercado), se tienen un impacto en la estructura de costos superior a los COP139,000 millones (US$35 millones)”.

Esto lo dijo el presidente de esa entidad, Gonzalo Moreno, luego de ver trepar el precio del dólar de COP3,300 a COP4,000; buena parte de esa alza fue vivida en la última semana. De mantenerse esta situación, las consecuencias no pueden ser más que una reducción sensible en la producción, aumento de precios y caída del consumo interno de pollo y huevos de mesa.

El incremento en la informalidad y el contrabando no se hará esperar. El caso colombiano es apenas uno más en buena parte del continente. Solo los avicultores exportadores, sobre todo en Brasil y algo de Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile, verán mejorar sus ingresos internos, con la ventaja adicional del encarecimiento de la competencia importada, sobre todo en carne de pollo. Esto es especialmente cierto en Chile, donde se importa legalmente casi tanto como se exporta.

Y todo lo anterior teniendo en cuenta que la demanda mundial por el pollo se mantendrá o crecerá, falta ver. Sin duda se trata de un fuerte remezón que sacará de nuevo lo mejor de los empresarios avícolas latinoamericanos para capear la tormenta. Por ahora, toda proyección de finales y comienzo de año está descartada; nadie se atreve a vaticinar qué pasará más allá.

Solo queda esperar que al final “nos terminemos riendo de la histeria” y no sigamos sumando problemas al grave escenario planteado para la salud humana, que siempre será lo más importante. Ojalá que sí.

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