Debemos estar informados para saber cómo enfrentarnos a las circunstancias del mercado y fortalecer lo que sabemos hacer en la producción de carne avícola.
En los últimos meses he hablado y escrito sobre las proteínas alternativas, llámense carnes vegetales, análogos de carne y carnes cultivadas o de laboratorio, de la llamada “industria agropecuaria celular“. Incluso me he cuestionado si estos productos deben o no llamarse carne.
Desde el punto de vista técnico-científico, me parece un área fascinante por la perseverancia de la mente humana en abrir caminos e imitar a la naturaleza, al tiempo que la destruimos. Desde el punto de buscar alternativas a lo que ya tenemos, en cierta forma me parece un disparate, justo cuando la gente busca comida más “natural”. Y de gusto personal, pues al menos las imitaciones vegetales de carne me dan igual (sin mencionar lo pesadas que me caen las leguminosas).
Pero sea lo que sea, las proteínas alternativas están aquí. Hay investigadores que trabajan en ellas, han surgido un montón de start-ups y lo que es más, las mismas compañías cárnicas multinacionales invierten en esta área, con la creación de nuevas empresas y con investigación y desarrollo.
Para responder a la pregunta del título, yo diría que sí, sí debemos hablar de ellas. Debemos aprender qué son, qué se está haciendo y en qué punto se encuentran. Porque, nos guste o no, son una alternativa para el consumidor.
Hay un informe de Kearny, que estima que para 2040 el 35% de la proteína consumida vendrá de la carne cultivada y el 25% de los sustitutos vegetales. El resto será la carne tradicional. Quizás parezca absurdo, pero no debemos voltear hacia otro lado. Hay que hacer algo. Muchos grupos le han declarado la guerra a toda la producción de carne y no creo que debamos quedarnos con los brazos cruzados. Tenemos que conocer al oponente. ¿O aliarnos?
La industria avícola necesita trabajar, primero, para promocionarse a sí misma con los beneficios y la infinidad de cambios que ha hecho en pro de la eficiencia, medio ambiente, inocuidad y seguridad. En segundo lugar, no hay que desdeñar lo que pasa ahí afuera, hay que aprender lo que se hace y buscar las oportunidades que haya. La puerta está abierta para innovar.
Nadie puede predecir el futuro, pero tampoco podemos dar las cosas por sentadas. Este crecimiento de las alternativas a la carne supone un reto, tanto para las empresas que las hacen, como para los productores tradicionales de proteína animal.
¿Ustedes qué piensan?