En poco más de siete años, el negocio global del huevo debería dar un viraje significativo por la presión de los grandes compradores de esta proteína. Ni siquiera fueron las normas o los acuerdos entre avicultores. El poder del mercado en su máxima expresión.
Para 2025, los mayores demandantes corporativos de este alimento, bien sea como insumo para sus procesos industriales o para revenderlos al detal en grandes superficies, solamente se proveerán de huevos puestos por gallinas libres de jaula.
Y sin jaula significa eso: no valen jaulas enriquecidas ni mucho menos las baterías de las mismas, que tanta eficiencia productiva (como sufrimiento para las aves) le han dado a la industria durante décadas.
Basta mencionar que el compromiso en este sentido lo suscriben, entre decenas de empresas, McDonald’s, Walmart y Nestlé, las más grandes corporaciones mundiales en comidas preparadas, comercio detallista y alimentos procesados, respectivamente.
El derrotero está claro y los pataleos contra esa tendencia son una gran necedad. Las grandes casas productoras de equipos se montaron en la ola y promueven sus nuevos portafolios. La receta perfecta para la reinvención: un plazo, una motivación comercial y la tecnología necesaria. ¿No?
Bueno, las dudas no faltan ante tal apuesta. La principal me surgió con el reciente anuncio de Nestlé, que puso un asterisco sobre el cumplimiento de su compromiso libre de jaula en Asia, continente que parece ser el más rezagado.
Entre las organizaciones promotoras del bienestar animal, esa duda no cayó muy bien, pues a su juicio desestimularía entre los productores avícolas asiáticos el deseo de emprender la transición. ¿Pero por qué Nestlé dijo eso y qué tiene que ver con nuestras Américas?
Tal vez la respuesta está en que no solamente requiere huevos libres de jaula, sino más que nada, ovoproductos hechos con huevos libres de jaula para sus estandarizados procesos industriales, lo que dificultaría más el cambio.
Para ponerlo en perspectiva, un país como Brasil no solo debe voltear su modelo productivo de 95 por ciento en jaulas (tarea colosal para siete años); también tiene que garantizar que una buena parte de esos nuevos huevos de gallinas libres sean transformados para las necesidades de la industria de alimentos.
En ambos casos estamos en verdad en pañales. En Colombia, menos del 5 por ciento de toda la producción de huevos se destina a ovoproductos (apenas 35,000 toneladas anuales, unos 610,000 huevos). Y dependiendo de a quien se le pregunte, la producción de huevos libres de jaula es una cuarta parte o la mitad.
Conozco que dentro de los productores de huevos libres en mi país, se han presentado acercamientos con esas y otras multinacionales comprometidas con cero jaulas; curiosamente, al mayor productor todavía no lo contactan. De cualquier forma, el camino de la anunciada transición también pasa porque esos conglomerados motiven el cambio en sus actuales proveedores, no solo en buscar otros. Igual, es su palabra y son los primeros interesados en encontrar cómo honrarla.
A lo mejor creen que todavía falta mucho para andar con carreras. En siete años sabremos si la cosa fue en serio o tuvo más de relaciones públicas que de sustancia. No es mala fe, es la duda el oficio del comentarista.