Las garras de esta ave experimentan una creciente demanda en mercados asiáticos y tienen a muchos buscando una oportunidad de negocio casi imposible de lograr. Por favor, no me pregunten más: no tengo patas de pollo para la venta.
Hace poco me preguntaron sobre mis casi siete años de estar vinculado a este portal y revista especializada en avicultura comercial hispanoamericana. Una de las inquietudes recayó en el campo de las anécdotas y obviamente todas están referidas a las reacciones particulares que han podido generar los casi 2,000 reportajes, entrevistas y notas que he podido publicar a la fecha y con gran gusto para nuestros lectores.
Dejando de lado las quejas de algunos animalistas, los bizarros malentendidos políticos (me han acusado por igual de “zurdo” y “facho”) o el intento de veto de dos dirigentes gremiales, me han honrado los comentarios de agradecimiento y felicitación que llegan hasta el colmo de la bondad cuando inquieren mi opinión sobre retos cotidianos avícolas como qué hacer con las micotoxinas o cómo superar una infestación de ácaros rojos.
En esos episodios creo que tengo el buen tino de dar el consejo apropiado: remitir a uno de los tantos expertos que he tenido la fortuna de conocer a lo largo de estos provechosos años. Sin embargo, hay correos de correos. Por ejemplo, en las últimas tres temporadas me han estado buscando para que sirva de enlace potencial entre un oferente y un posible comprador de equipos de incubación, inyectores de salmueras y jaulas en batería, entre otros artículos.
Se ha hecho lo que se ha podido y alguna voz se ha corrido porque propuestas de este tipo siguen llegando de Chile, España, Argentina, México o Perú. Me ha llamado la atención que casi todas ahora tienen que ver con patas de pollo para exportar a mercados del Medio y Lejano Oriente. Unos quieren la garra hasta la rodilla y otros hasta la muñeca, pero todos quieren patas, millones de ellas.
En esto hay oportunistas que algo “googlean”, encuentran mi correo y me escriben, al igual que a muchos otros familiarizados con la agroindustria, me imagino. Pura táctica de la regadera. Unos son sensatos y entienden la dificultad de encontrar una producción ociosa que esté esperando a un improvisado y buen intermediario que la redima y la convierta en valiosa mercancía (me dicen que se puede estar tranzando en US$2,300 la tonelada o más, no sé la verdad).
Es un mercado bastante cerrado que solo puede hacerse legalmente mediando autorizaciones sanitarias que habiliten, además de países, a plantas de beneficio específicas. En Suramérica se exporta desde Chile, Argentina y Brasil por contar con los tratados y las autorizaciones sanitarias; y es un hecho que casi todo está negociado con anticipación por los productores, incluyendo las garras.
Lo otro que se debe tener en cuenta es que el resto de países en la región están enfocados en sus mercados internos y así sus avicultores se mueran de ganas por exportar y tengan millones de patas disponibles, no son competitivos por costos de insumos o logística ni teniendo lo que no tienen, o sea, los permisos de exportación y los avales sanitarios.
El último “trader” que me escribió fue un personaje peruano que luego de recibir tales explicaciones contextuales siguió insistiendo: “No importa, deme contactos de países no habilitados. Se ve que usted no conoce el mercado asiático”. Puede ser.