Aunque EE. UU. valora el mercado latinoamericano y quiere recuperar su participación en él, hay que tomar en cuenta las elecciones en ese país y el corolario de la pandemia en la economía latinoamericana.
El Servicio Agrícola Exterior (FAS) del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) publicó un informe sobre las exportaciones de maíz hacia Latinoamérica. Nada más y nada menos que el 25% de dichas transacciones comerciales se realizan principalmente con México, Colombia y Perú, además de otros países.
El mayor importador de maíz estadounidense en el mundo es México, mientras que Colombia y Perú constituyen mercados clave en Suramérica. Basta con leer los informes semanales del U.S. Grain Council (USGC) para percatarse de la importancia.
El aumento de estas importaciones ha sido resultado de la creciente demanda de proteína animal de una sociedad que parecía mejorar económicamente. También está la imposibilidad de estos países de producir lo que necesitan: políticas inadecuadas, falta de agua y tierras de cultivo, montañas, desiertos, falta de infraestructura y quizás muchas otras.
Alrededor de este y otros granos ronda la palabra autosuficiencia. Palabra sobada por políticos y soñadores, que cada vez pareciera más lejana y ajena. Perú solamente produce un tercio de sus necesidades de maíz, Colombia el 20% y México, aunque autosuficiente y hasta exportador de maíz blanco para consumo humano, apenas produce un 20% de sus necesidades para consumo animal. México es el segundo productor de pollo y primero de huevo de la región, mientras que Colombia es tercero en ambos renglones y Perú el cuarto y el quinto, respectivamente.
Mientras que Colombia y Perú están en diferentes fases de desgravar importaciones y cuotas de Estados Unidos, se localizan relativamente cerca de Brasil y Argentina. En un momento dado esos proveedores pueden ser atractivos. No obstante, la infraestructura de transporte terrestre aún presenta deficiencias.
En el caso de México, la situación arancelaria con Estados Unidos está en otro nivel y el grano entra con libertad al país. Además, ha desarrollado una importante infraestructura ferroviaria y de carreteras, que permite que el 60% del maíz importado se distribuya por esa vía. Desde luego, la proximidad ha sido una ventaja, aunque también representa una desventaja para diversificar proveedores.
No obstante todo esto, dicha nota informativa comenta que las importaciones se han desacelerado. Pero el mercado parece que es prometedor y Estados Unidos espera recuperar pronto su participación en él.
Queda aún por verse el impacto de la crisis actual del COVID-19 en la economía, de las relaciones entre los gobiernos estadounidense y latinoamericanos, y no olvidemos también el del resultado de las elecciones en Estados Unidos. En estos días, nadie puede decir que “eso no va a suceder”, porque sí puede suceder. Creo que por el bien de todos, espero que las relaciones comerciales sigan disfrutando de buena salud.
¿Ustedes qué piensan?