No es posible seguir con lo mismo de antes, si el COVID-19 nos ha cambiado la vida.
En todo el mundo se defiende a capa y espada la economía de mercado, pero cuando se gasta más en la compra de productos de uso diario, al consumidor ya no le gusta el asunto.
Se ha repetido hasta el cansancio que vivimos una situación sin precedentes, que ha distorsionado todo. Todo. ¿Y pretenden que sigan las cosas igual? Yo sé que se han perdido muchos puestos de trabajo y se perderán más, pero nuestro sistema permite ese sube y baja de los precios, que se autorregulen.
Analicemos además qué ha hecho el consumidor. Primero, entra el estado de alerta y todo mundo se fue en estampida a los supermercados y acaparó desde papel higiénico y harina, hasta pasta y huevos. Si la gente hace eso, los precios no pueden seguir igual. Así de sencillo.
Hay consumidores que dicen que gastan ahora más y que, por lo tanto, han aumentado los precios. Pero si ya no vamos a restaurantes, esa comida se consume ahora en casa. Luego, a veces solo por salir, vamos al supermercado por un tomate y de paso nos traemos un litro de helado, papas fritas, líquidos para desinfectar y yo no sé cuántas cosas más. Es lógico que se gaste más.
Los hábitos de compra han cambiado. No compramos las mismas marcas o presentaciones. El mix de la compra es diferente. Al principio se compraban más bien productos básicos, pero con el paso del tiempo compramos “productos de indulgencia”, como ese litro de helado del que hablaba. ¡Cómo no vamos a gastar más en el supermercado!
El consumidor pierde de vista que además el productor ha tenido que asumir mayores costos por el COVID-19, por la adquisición de equipos de protección individual o la adaptación de nuevos requisitos higiénico-sanitarios.
Como ya he dicho en otras ocasiones, los productores, en este caso los pecuarios, han resuelto en el transcurso de esta crisis el suministro de alimentos de calidad y en cantidad para que la gente coma durante el confinamiento. No se nos olvide eso.
Quizás aumentaron de precios en el huevo en muchos países porque compramos de más (entre otras razones). Una vez pasado el desenfreno, vuelven los precios a la normalidad. Lo único que es imperdonable es la especulación, que muchas veces viene de los comerciantes, como ha sucedido con el huevo en muchos países latinoamericanos. Ahí sí debe haber control. Aunque sea por humanidad.
¿Ustedes qué piensan?