Las decisiones de terceros pueden afectar a las industrias a mediano y largo plazo, incluida la avicultura.
El coronavirus Covid-19 atacó Europa. Italia es hoy el tercer o cuarto país con más infectados del mundo. La mayor parte de los casos se han dado en Emilia Romaña, Lombardía, Piamonte y Véneto, entre otras, exactamente las mismas regiones donde están la mayor parte de las granjas avícolas italianas.
Italia —el sexto productor avícola europeo— es básicamente autosuficiente en avicultura, con un consumo per cápita de unos 20 kg de carne de pollo y pavo, y 208 huevos. Aunque en 2018 se había registrado una disminución en la producción, se esperaba un 2019 de crecimiento. ¿Pero qué pasará ahora?
Como se sabe, tanto el ejército como la policía de ese país custodian las poblaciones cuarentenadas. Nadie puede entrar ni salir. Me imagino que empezarán a haber problemas en el cuidado de las aves, en el transporte de alimento y en muchas otras actividades, si hay restricciones de movimiento tan severas.
Escribí hace unas semanas de lo que se decía del coronavirus Covid-19 en la IPPE 2020, de cómo —en aquellas primeras etapas— ya había gente preocupada por el impacto de China en la avicultura mundial. Pues he aquí otro ejemplo. Así que no solo es el turismo o el transporte, es la avicultura y todas las industrias. Quien sabe qué huella va a dejar dentro de unos meses.
En lo personal, no tengo miedo a infectarme. Si se está sano, uno tiene el 98% de probabilidades de sobrevivir. Más le temo a las decisiones de terceros que pueden afectar a muchos. También le temo mucho al alarmismo. No olvidemos que el Covid-19 es una gripe.
En 2009, viví en carne propia la epidemia de la gripe H1N1 en México, el primer país en notificarla. No fue una bonita experiencia, sobre todo las imágenes apocalípticas de las calles vacías de la Ciudad de México, una ciudad con más de 22 millones de habitantes (parecía la serie The walking dead). Los negocios se vieron muy afectados, así como los ingresos. La patada de la H1N1 que recibió el negocio de la familia fue la que lo hizo finalmente quebrar. Y todo por una gripe.
Desde luego, no pongo en duda a los epidemiólogos ni a los servicios de sanidad estatales. ¡Faltaba más! Pero mucho ojo con lo que se decide y se comunica. Hay que tener cautela que ese contagio de paranoia puede ser peor que el propio virus.
¿Ustedes qué piensan?