Entre el bienestar animal y la religión: kosher y halal

Entre el bienestar animal y la religión: kosher y halal

(Cortesía de Meyn)

Una inusual alianza entre judíos y musulmanes se ha desarrollado en Europa por la nueva tendencia de prohibir el degollamiento de animales sin aturdimiento previo.

Curiosos los debates que se dan en aquellas partes del mundo con mucho mayor grado de multiculturalidad que la que puede haber en Latinoamérica. Y ahora la producción animal vuelve a ser el foco de atención —con avicultura incluida—, en particular, las plantas de sacrificio.

Resulta que en Europa hay una población cada vez más importante de musulmanes que, junto con la población judía, conforman dos grupos que requieren de ciertos rituales religiosos que implican el desangrado del animal mediante un corte en el cuello, sin aturdimiento. Así es su tradición. Punto. Y no la pongo en tela de juicio.

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La cuestión es que los grupos animalistas, e incluso la Federación de Veterinarios de Europa, consideran que degollar animales sin aturdimiento previo es brutal e inaceptable por el estrés que genera en cuanto al bienestar animal, sin tomar en cuenta cuáles son los preceptos religiosos de judíos y musulmanes (los cuales reconozco que desconozco).

Varios países ya han prohibido que, incluso por cuestiones religiosas, se sacrifique así a los animales. Otros sí permiten esas excepciones. El caso es que estas medidas están ocasionando un grave problema en estas minorías, que incluso ha llevado a “una inusual alianza entre sus representantes [musulmanes y judíos]”, según reportó el periódico El País.

Todo este asunto pone en entredicho la libertad religiosa y el derecho de las religiones a conservar sus tradiciones. Pero, además, creo yo que pone en jaque a una parte de la industria avícola (y porcina y ganadera), porque no podrá atender a este importante segmento de la población.

Aquí se mezclan la política, la religión, el movimiento animalista (que es parte de la política), las libertades y demás aspectos. Y a lo último queda la vapuleada industria de la producción animal y sus consumidores. ¿Y todo para qué? Para que, al final, de todos modos, mueran los pollos en la línea de sacrificio y nos los comamos. ¿Ustedes qué piensan?

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