¿Puede ser algo tan “saludable” que nos haga daño?

¿Puede ser algo tan “saludable” que nos haga daño?

andrianocz | Bigstock.com

Una de las ventajas de los modelos probados es aprender de la experiencia de otros, ¿seremos capaces de aprovechar tal oportunidad en la avicultura de la región?

Pese a la abrumadora evidencia, la aburrida razón parece tener muy poco que hacer frente a la emoción de los consumidores (o por lo menos, de una parte bastante sonora y políticamente influyente) de cara al presente futuro de la agroindustria.

Lo digo porque a la innegable necesidad de fomentar la sostenibilidad económica, social y ambiental en el negocio avícola, se le han “colado” —vía responsabilidad social empresarial— algunos temas que no solo aportan muy poco a ese objetivo: han demostrado ir en clara contravía.

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Me refiero a dos tópicos específicos que son los sistemas alternativos de producción y la demonización del uso de los OGM (organismos genéticamente modificados, como las variedades más productivas y resistentes de soya y maíz).

No es nada nuevo, pero por estos días algunas noticias nos recuerdan esas batallas que, a mi juicio, parecen perdidas para el sentido común. Por ejemplo, la región recibió en el último mes la visita de tres reconocidos anti-gurús en esas materias.

“No repitan nuestros errores”, dijo por aquí la experta holandesa Ferry Leenstra al sugerir en el Congreso Nacional Avícola de Colombia que no se sigan tendencias en boga en Europa como los huevos libres de jaula o los pollos de lento crecimiento.

En ese mismo certamen, el franco-canadiense Vincent Guyonnet, luego de compilar decenas de estudios hechos en la última década en la Unión Europea, Canadá y Estados Unidos, demostró que modelos productivos sustentados en una “idea humana” del bienestar animal son los que más terminan maltratando a las aves.

Episodios de depredación, lesiones en huesos y articulaciones, presencia de parásitos internos y externos son de lejos más frecuentes en esos sistemas alternativos que en los tradicionales.

Sin demeritar a estas dos eminencias, el mayor peso pesado que visitó Latinoamérica en las asignaturas ya señaladas fue el nobel Richard Roberts, vocero de otros 130 ganadores del prestigioso premio científico, quienes le endilgan parte del hambre en el mundo a los opositores de los OGM.

Los colocan al mismo nivel del movimiento antivacunas, que por su obcecada postura sin sustento probatorio está condenando a la desnutrición a los países más pobres y, por lo mismo, matando a miles de seres humanos de males ya superados por la ciencia y la tecnología.

¿Algo parecido se podría decir de quienes insisten en modelos de producción que bajan rendimientos y encarecen los alimentos de origen avícola? Tampoco exageremos. Lastimosamente, unas semanas después de escuchar a Roberts, en Colombia recobró ímpetu una resolución de 2011 para la construcción de un protocolo de inspección sanitaria para alimentos y materias primas importadas con declaraciones “Libres de OGM”; “No contienen OGM”, “No Transgénicos”, “NON GMO” o similares.

Definitivamente, no aprendemos de los que saben, probaron y sufrieron; no será este pobre columnista quien les refute.

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