El clima está loco y las aves silvestres lo saben. Altera sus estrategias migratorias y no pocos creen que estos cambios de comportamiento estarían detrás del auge de la influenza aviar.
El hecho de poder volar y escapar a nuevas tierras no inmuniza a los pájaros salvajes de verse afectados por el cambio climático, una realidad que algunos necios y poderosos pretenden ignorar. Inviernos más fuertes, veranos más cálidos, sequías, tormentas tropicales, alteración en el ritmo y duración de las estaciones.
Más de dos décadas y contando de todo aquello, hace que las parvadas silvestres realicen hoy vuelos más largos, en direcciones para ellas desconocidas o incluso prolonguen sus estadías en algunos lugares que antes eran considerados de mero tránsito. Lo hacen para evitar morir congeladas o simplemente esquivar cualquier obstáculo meteorológico.
Esta realidad relativamente reciente podría estar detrás de los brotes de influenza aviar en algunos países que hasta hace poco se consideraban libres del mal, que tiene en los plumíferos alados silvestres el principal vector de transmisión.
Por culpa de esta enfermedad, en los últimos 14 meses han muerto o han tenido que ser sacrificadas unas 300 millones de aves en una amplia franja euroasiática y norafricana. Ya en nuestros predios, este mismo mes se generaron reportes en Norteamérica de algunas cepas en pequeñas explotaciones avícolas de México (Querétaro, Guanajuato) y Estados Unidos (Texas).
¿Tanta locura climática arrimará peligrosamente el virus hasta las grandes zonas avícolas suramericanas? Podría suceder, sobre todo si las aves, en su desespero y extravío, eluden la barrera protectora que al parecer brinda la selva amazónica a nuestra agroindustria meridional.
Así lo creen expertos como Óscar Rivera García, fundador de la Asociación Colombiana de Médicos Veterinarios y Zootecnistas Especialistas en Avicultura (Amevea). Hace poco me confió un juicioso comentario en el que sustenta buena parte de lo que ahora les comparto.
Su principal llamado es precisamente a que no se baje la guardia en materia de bioseguridad, pues como bien dice, “jamás debe pensarse que se trata de un problema lejano, algo asiático; es una zoonosis mundial que crece por factores lejanos al control humano”.
Recuerda incluso que la cepa de un gran brote puede que ya esté en nuestro medio, literalmente revoloteando, esperando alguna oportunidad dentro de un pájaro salvaje, a las afueras de nuestros galpones.
¿Quién sabe? No nos queda de otra que evitarle cualquier chance.