Soy un ferviente creyente de las proteínas avícolas y dentro de estas, creo que el huevo debe desempeñar un papel preponderante, mucho mayor que el que actualmente tiene. Las razones son obvias: eficiencia de la producción, altísimo valor nutritivo y vida de anaquel prolongada sin conservadores ni métodos de conservación.
Aunque el huevo se puede comer en cualquiera de las tres comidas, en muchos países, tendemos a consumirlo en la mañana, durante el desayuno. En un país como México, que consumimos un huevo al día en promedio, durante los fines de semana, incluso puede aumentar el consumo. La gente se relaja, hay más tiempo para desayunar, sin prisas, y se echa a volar la imaginación. Es también muy común salir a desayunar con la familia y amigos.
Hace unos días, un sábado cualquiera, fui con la familia a desayunar a un restaurante cualquiera en la ciudad de México. A pesar de estar acostumbrado, analicé el menú de desayunos y quedé sorprendido de ver que, además de las comida tradicional mexicana, hot cakes, pan dulce y demás, había 30 maneras diferentes de preparar huevos.
Esto me hizo reflexionar del porqué del milagro mexicano de 365 huevos al año por persona (o más). Parte de esto radica en la inventiva culinaria. El huevo es un producto que se puede mezclar con muchos ingredientes y se puede preparar de muchas formas.
La industria del huevo necesita poner a trabajar a chefs, tecnólogos en alimentos, nutricionistas y expertos en marketing para impulsar el consumo.