Se fomentan trabajos de prevención fundamentados en dos aspectos básicos: la bioseguridad y la vacunación.
De acuerdo con el periódico Agronegocios, el virus del Newcastle ha sido definido como una de las infecciones que causa más pérdidas a la industria avícola colombiana.
“Las tasas de morbilidad y mortalidad varían drásticamente entre especies y según la cepa viral, en ocasiones puede alcanzar mortalidades en más del 90 por ciento y morbilidades hasta del 10 por ciento”, dijo.
Según explicó el patólogo aviar Omar Moreno, “el Newcastle es un virus que tiene afinidad por los tejidos respiratorios, digestivos y nerviosos. Una vez entra al organismo produce secreción nasal, estornudos, material por los orificios nasales, congestión ocular, enrojecimiento de las corneas y después de ello vienen las diarreas, pluma erizada, decaimiento y postración”.
El mismo experto agregó que luego estas aves llegan a presentar signos nerviosos, hay tortícolis, descoordinación al desplazarse, postración y posteriormente muerte del animal. La transmisión del virus es horizontal a través de la ingestión de heces contaminadas, contacto con aerosoles, aves enfermas, equipos y personal de la granja en cuarentena. La enfermedad presenta un período de incubación de 2 a 15 días dependiendo edad, sexo, estado inmune y condiciones medioambientales.
Dentro de la guía para la prevención, control y erradicación de la enfermedad de Newcastle, elaborada por el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), se consigna que todas las aves domésticas y silvestres son susceptibles al virus. Recomienda vacunar los pollos de engorde desde el primer día; las gallinas ponedoras a partir del séptimo, luego se pone una vacuna tres semanas después, después de las nueve o diez semanas, otra en la semana 16 y por último, una vacuna en la semana 20. De ahí en adelante, en toda la fase de producción, se vacuna cada ocho semanas.
En Colombia, donde la enfermedad es considerada como habitual se realiza vigilancia epidemiológica pasiva y activa. Sin embargo, es necesario que se haga una detección temprana de la enfermedad por medio de notificación, seguimiento de casos y diagnóstico oportuno. Jorge Enrique Sosa, médico veterinario, líder del proyecto avícola del ICA, manifestó que desde hace varios años esta entidad empezó a trabajar para su control y erradicación a través de normas de bioseguridad.
“Actualmente, llegamos a la resolución 1515 de 2015, bajo ésta se establece el requisito obligatorio para todos los avicultores que desarrollen la actividad comercial que deben registrar sus predios ante el ICA. Aunque es un registro voluntario, está amarrado a la certificación de granja agrícola biosegura”, indicó Sosa.