Algo de lo que ha permitido el avance la avicultura colombiana es el adecuado aprovechamiento del agua destinada a la hidratación de las aves.
La adecuada hidratación de las aves repercute en el rendimiento de las gallinas ponedoras y de los pollos de engorde. Se trata de una verdad que hoy es ampliamente aceptada en la avicultura colombiana, pero que no lo era tanto hace 30 años, cuando el ingeniero químico antioqueño Óscar Arturo Naranjo creó en Medellín la firma Ingeaguas, empresa especializada en bioseguridad que ha acompañado el crecimiento de grandes compañías avícolas en el centro, occidente y oriente de este país andino.
Calidad del agua
“La calidad del agua debe ser evaluada bajo tres controles: microbiológico, fisicoquímico y la respuesta biológica”. En diálogo con Industria Avícola, el ingeniero Naranjo recordó que al comenzar la década de 1980 muy pocas granjas en el país disponían de una planta de tratamiento de agua; la mayor parte de ellas utilizaba el cloro como elemento único de tratamiento, logrando una mejora parcial de sus resultados.
“Empezamos proponiendo un programa integral de filtración con aluminio granular, clarificación con carbón activado y desinfección con cloro", explicó Naranjo. "Fue entonces cuando se emplearon y evaluaron diferentes desinfectantes como plata coloidal, yodo, ozono, cloro y luz ultravioleta” .
Esta solución sirvió muy bien para fuentes de agua con calidad media y alta, pero no operaba eficientemente en aguas con elevado contenido de color, turbiedad, hierro y compuestos orgánicos.
“Entonces, en 1982, se introdujo el tratamiento químico como complemento a los procesos de filtración y desinfección", él agregó. "Los resultados fueron inmediatos, las granjas que tenían problemas de producción por calidad fisicoquímica del agua, con el tratamiento completo mejoraron sus productividades, disminuyeron su mortalidad y el consumo de medicamentos por parte de las aves. Trabajamos en atacar la causa de esos problemas y no sobre sus efectos".
La mejoría en el manejo del agua en las granjas avícolas colombianas se unió a otros avances que viviría este sector pecuario una década después y que propiciaron su vertiginoso ascenso, como son el conocimiento genético, el diseño y control del hábitat de las aves, la implementación de programas preventivos de bioseguridad, el control riguroso de la calidad de la alimentación, “y la utilización del agua como si fuese el nutriente esencial más importante, con todos sus cuidados y controles”.
Lo que se viene
Para el ingeniero Óscar Naranjo, “el conocimiento y el manejo de estas variables, conjuntamente con la aplicación de electrolitos que permitan dosificar parte del alimento por vía hídrica, representarán en un futuro la diferencia entre avicultura tecnificada y avicultura artesanal”. Asegura también que el avicultor debe garantizar, “la palatabilidad del agua, es decir, darles a las aves un agua que sea agradable para ellas por su olor y sabor, que es en realidad no tener sabor ni olor (a químicos, metales o desinfectantes). Además, las aves prefieren que la temperatura del agua esté entre 10ºC y 16ºC para que pueda ejercer una acción refrescante y estimulante de la función digestiva”.
Recomendaciones para el manejo del agua
Dada su experiencia, el gerente fundador de Ingeaguas entrega algunas recomendaciones para el manejo del agua en granjas avícolas ubicadas en zonas tropicales.
“Primero, la calidad y temperatura del agua se empieza a garantizar con la toma desde la fuente, los tanques de almacenamiento y las tuberías; es un error poner la toma en la base de los embalses o tanques de captación, pues allí se precipitan los sedimentos", dijo Naranjo. "Los tanques y tuberías no deben agregar olor ni sabor al agua y no deben ser de colores oscuros que absorben calor del ambiente. Nunca se le debe dar agua caliente a un ave porque no la va a beber”.
Además, “se deben evitar aguas lluvias, de nacimientos en suelos pobres en minerales y aguas procedentes de plantas de ósmosis inversa, porque van a ser aguas sin los minerales que necesita el ave”.
Finalmente, el experto indica que se deben tener en cuenta otros factores que afectan el consumo de agua en los galpones como la edad de las aves; su peso corporal; la composición y forma de suministro del alimento; el número, colocación y tipo de bebederos; así como las condiciones ambientales mismas como temperatura, humedad y vientos.
“Se estima que el consumo de agua por ave crece un 6.5 por ciento, por cada grado centígrado en que sube la temperatura ambiente por encima de la temperatura de confort recomendada de 21ºC. A más calor, toman más agua que alimento”.
En el cuadro 1 se encuentra la relación entre temperatura, consumo de agua y de alimento.
Recalca Naranjo: “El agua debe estar en nuestras granjas al mismo nivel de calidad que la genética de nuestras aves, las instalaciones en que se crían y los alimentos balanceados que consumen”.